domingo, 25 de septiembre de 2011

EL CAMINO AL INSTITUTO




Cada año, al llegar el mes de junio, me vienen a la memoria los últimos días de clase en el instituto Nuestra Señora de la Victoria – y único que entonces había en Málaga – situado en la calle Gaona, pues las vacaciones de verano eran ya inminentes.

Durante todo el año, desde finales de septiembre en que se iniciaba el curso, habíamos recorrido cada día cuatro amigos condiscípulos del centro, el camino desde la calle Ancha del Carmen en el barrio del Perchel, hasta el instituto, para lo que teníamos siempre concertado un punto de cita.

Como ninguno disponía de reloj, el más madrugador, esperaba a los otros en el quiosco de pipas, caramelos y revistas, que había frente a las escaleras del puente de Tetuán, en la margen derecha del río Guadalmedina. Quedábamos citados allí, porque la espera se amenizaba mirando las portadas de los tebeos del Capitán Trueno, el Guerrero del Antifaz y otros, que el quiosquero, para protegerse del sol, y a la vez promocionar su negocio colocaba en los cristales de su barraca de madera.

Recuerdo, que al otro lado de la calle, había unas ruinas – decían que de cuando la guerra civil - en donde, haciéndonos los remolones para ir a clase, vimos rodar algunas escenas de la película “El perfume del misterio”, la primera cinta con olor, que resultó un fiasco en su estreno, por el batiburrillo de aromas que se organizó en la sala, al no poder eliminar los ya introducidos, que se mezclaban – de forma inevitable – con los posteriores.

Siguiendo la margen del río, nos dirigíamos después al puente de Santo Domingo, más conocido como “el de los alemanes” por una placa que empezaba diciendo “Alemania donó a Málaga este puente...” por donde cruzábamos el río hacia su otra orilla.

El puente fue regalo a la ciudad por aquel país en agradecimiento al auxilio a unos náufragos germanos en el siglo XIX, y que supuso a la ciudad - por real cédula – agregar el título de “muy hospitalaria” a su escudo.

Durante el trayecto, nuestros temas de conversación eran siempre las películas que – de reestreno y en programa doble - habíamos visto el domingo anterior en el cine “Plus Ultra”, el “Capitol” o todo lo más el “París” ya que el “Albeniz” o “El goya” - además de que proyectaban tan solo una película - eran prohibitivos para nuestras economías, o bien discutiendo sobre cual sería el coche que nos compraríamos, cuando - algún día – tuviésemos dinero.

Si subíamos la calle Carretería con el paso ligero, solíamos llegar a la puerta del instituto cuando estas aún permanecían cerradas, y al poco, Barrios - el bedel mayor-asomaba su calva cabeza y emitía un gruñido que podía interpretarse como su saludo de buenos días.

Luego, de pie en la entrada, con su gorra encasquetada, y su uniforme gris con los botones dorados y perfectamente abrochados, repartía genuflexiones y bisagrazos a la llegada del director, jefe de estudios y profesores, lo que simultaneaba - con parecida cadencia - con capones y tirones de orejas, a los alumnos, ante cualquier atisbo de lo que él considerase indisciplina, mientras nosotros formábamos las filas para – por cursos – entrar en las aulas.

Nunca, ningún padre – que yo sepa – vino a quejarse por la actitud de Barrios, ni el director, pese a conocerla, hizo tampoco nada por modificarla.

En realidad, nosotros éramos los primeros interesados en que tal cosa no sucediese, porque cuando alguna vez esto sucedía, indefectiblemente, nuestros progenitores siempre nos atribuían a nosotros la culpa de todo.

Fuimos – cada vez lo veo más claro - la generación sándwich, porque primero nos gritaron nuestros padres y luego – muy poco después - lo hicieron nuestros hijos...

J.M.Hidalgo

Publicado en el periódico digital http://www.ymalaga.com/autor/jos%E9+mar%EDa+hidalgo/ el día 18 de junio del 2009.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Don Eduardo García Rodeja (cont.)

Complementando la excelente entrada anterior de José María Hidalgo sobre Don Eduardo García Rodeja, el catedrático de Física y Química que tanto nos impactó a todos los que nos dió clase, añado aquí algunos datos más.

Abundando en el terror que sentíamos cuando examinaba la lista de alumnos para decidir a quien iba llamar al estrado para preguntarle sobre el tema del día, recuerdo que en nuestra clase de 6º el listado de alumnos estaba en una hoja donde en el anverso figuraba la mayoría y en el reverso solo estábamos unos pocos, los que no habíamos cabido en el anverso y que éramos los últimos por orden alfabético, Valenzuela Martín, Váquez Lobato, Vertedor Sánchez, Villegas Alés..... Así que cuando volvía la hoja del reverso las probabilidades de que nos tocara a uno de nosotros eran mucho más altas y los... quiero decir, el corazón, al máximo de pulsaciones, se nos subía a la garganta, mientras los del otro lado de la hoja respiraban aliviados.




En esta foto, tomada de un artículo de Victor M. Heredia Flores publicado en  la revista Jábega, que a su vez la tomó del archivo del IES Vicente Espinel, le vemos cuando era joven, en la misma clase que todos recordaremos, con aquella especie de estrado elevado sobre el resto del aula y adonde teníamos que subir angustiados cuando nos llamaba para preguntarnos sobre los temas de la asignatura correspondiente. Él se sentaba en la mesa situada a la derecha.


Recordamos todos su peculiar forma de puntuar en que el aprobado era 1,5, la nota más alta un 3 y la peor calificación, con la que "premiaba"   la ausencia total de conocimientos, o una barbaridad, era un humillante 00 . También existía el 1, que no llegaba al aprobado y el 2, equivalente al notable. Ni que decir tiene que había muy pocos doses y muchos menos treses.


La concesión del Premio Nobel de Medicina en 1959 a Severo Ochoa de Albornoz, que había sido alumno del Instituto, tuvo un fuerte impacto en el Centro. No todos los día teníamos en España un premio Nobel y menos que hubiera pasado por aquellas aulas. Aunque durante nuestro paso por Gaona hubo también otro premio Nobel: Juan Ramón Jiménez, al que se lo concedieron en 1956 y del que oimos hablar, de él y su obra, en nuestras clases de Lengua y Literatura.

El premio a Severo Ochoa tuvo una especial trascendencia en Don Eduardo por las frecuentes manifestaciones de reconocimiento del reciente premio Nobel  hacia su persona como motivador de su afición a las ciencias naturales. Rodeja se mostraba muy orgulloso de este reconocimiento y se encargaba de mencionarlo frecuentemente en clase.

En el siguiente artículo de Sur puede leerse

Ver artículo en Diario SUR
"Casi cuarenta años después de que Severo Ochoa abandonase Málaga, el Gaona le tributó un homenaje. Se celebró el martes 26 de enero de 1960 para festejar que su antiguo alumno había recibido el premio Nobel de Medicina en 1959. Con tal motivo se organizó en el centro una solemne sesión académica a la que asistieron las primeras autoridades de Málaga y catedráticos de la Universidad de Granada. Se descubrió una lápida en la galería del patio principal del edificio educativo.

La banda municipal de música amenizó el acto e interpretó el himno nacional. El recinto estaba repleto de alumnos, profesores y visitantes. Una vez descubierta la placa, intervinieron el rector de la Universidad granadina, Luis Sánchez Agasta, y García Rodeja, antiguo profesor de Ochoa, que aún seguía dando clase en el Gaona y cuyo nombre también aparecía en la lápida junto al del premio Nobel. La secretaria del instituto, la profesora Elena Villamana, dijo que lo que se estaba viviendo era una «hermosa lección» ".




En esta otra foto, tomada de la misma fuente que las anteriores, el profesor García Rodeja está a la izquierda junto con Severo Ochoa. Está tomada en un homenaje conjunto que el Ateneo de Málaga le hizo a ambos en 1971. En ella, Rodeja tenía 80 años según se dice en el artículo de Victor M. Heredia.

Nuestra promoción 54-60 lo recuerda más con el aspecto de esta foto que con el de la foto de arriba que debe corresponder a bastantes años antes de que nos diera clase a nosotros. Cuando estábamos en 6º, curso que terminamos en 1960,  once años antes, debería tener 69 años.

La relación de Rodeja con Severo Ochoa continuó en el tiempo y cuando Rodeja estaba próximo a los 85 años, fue invitado a participar en un homenaje a su antiguo alumno, al que no pudo asistir porque su condición física ya no era apta para desplazarse. Rodeja envió estas palabras para que fueran leídas en su nombre en el acto

Palabras de Rodeja

 Aún se encuentran otras referencias de Severo Ochoa a su antiguo profesor. Esta se produjo en la investidura del premio Nobel como doctor honoris causa por la Universidad de Málaga en 1987, donde recordando su etapa como estudiante del Instituto,  mencionaba una vez más a Rodeja  diciendo:

"El Instituto tuvo dos profesores de los que guardo un recuerdo especial. Uno de ellos, don Eduardo García Rodeja, de quien he hablado muchas veces. Don Eduardo era un joven profesor de Física y Química recientemente llegado al Instituto de Málaga. Yo cursé con él la Química en el sexto y último año. Don Eduardo fue la  persona que más influencia tuvo en mi formación en aquellos tiempos y quien, indudablemente, despertó con fuerza incontenible mi afición a las ciencias naturales. De que esta afición me inclinara hacia la Biología, fue responsable, sin duda, don Luis Muñoz-Cobo, magnífico profesor de Historia Natural. Esta afición sería ulteriormente intensificada, por don Juan Negrín, profesor de Fisiología de la Facultad de Medicina de Madrid" (Tomado del mencionado artículo de Victor M. Heredia Flores en Jábega)

lunes, 19 de septiembre de 2011

MI ADMIRADO Y TEMIDO PROFESOR


Han pasado casi cincuenta años y aún le recuerdo como si estuviese a punto de pronunciar mi nombre. Don Eduardo García Rodeja, era catedrático de Física y Química en el instituto de enseñanza media Nuestra Señora de la Victoria de Málaga, y sus clases - que tenían la peculiaridad de imprimir carácter a todo aquel que las recibiera - se impartían desde el cuarto curso de bachillerato en adelante.

Ya desde que ingresabas en el centro, los veteranos, cuando querían anunciarte un mal, te repetían siempre la misma frase. “Cuando llegues a Rodeja, sabrás lo que es bueno…”, y cuando habías oído más de diez veces la amenaza, comenzabas a mirar entre curioso, y asustado al personaje al que hacía alusión.

Así, no era extraño, que siempre que Don Eduardo caminaba por el patio, o algún lugar del vetusto edificio, un corredor de alumnos se abriese ante él como un abanico, para - de ninguna forma- interferir en su camino, mientras el más absoluto silencio se hacía a su paso, como si de alguien sagrado se tratase.

Mediana estatura, cabellos y bigote blancos bien cuidados, impecable traje recién planchado, y corbata combinada, eran su atuendo ordinario. Se movía por el edificio siempre con una negra cartera bajo el brazo, y se dirigía a los demás en una agradable media voz, rematando todas sus frases, con un “por favor” o un “muchas gracias”.

El casi terrorífico respeto que infundía Don Eduardo, se basaba, por una parte, en su extraordinaria preparación y exagerada exigencia, que se traducía en poco más de un treinta por ciento de aprobados por curso, y por otra, en la superioridad moral y cultural, que - hiciese lo que hiciese - siempre su persona irradiaba.

Jamás había utilizado en sus clases ningún tipo de violencia física, cosa nada extraña en la época entre sus colegas docentes, tal y como era el caso del profesor de religión, sacerdote del clero regular, que intentaba habitualmente, introducir la idea de Dios en las mentes de sus alumnos, a base de hostias, y no precisamente de las consagradas.

Entre las muchas cualidades de Don Ricardo, no se contaba - sin embargo - la modestia. Hacía pocos años que habían concedido el Nobel de Medicina al médico español Don Severo Ochoa, el cual fue en su época de bachillerato, alumno de nuestro hombre y era frecuente en sus disertaciones en clase, oírle hablar de ello con frases como: “Yo, señores - siempre nos llamaba así pese a nuestra edad - desde esta covacha, he logrado sacar un premio Nobel... ” y cuando decía esto, nuestras mentes atribuían más mérito al respetado profesor, que al propio Don Severo.

Pero lo cierto fue que al poco, el instituto organizó un homenaje a su brillante ex-alumno, contado con la presencia de este. Durante el acto, el agasajado recalcó en público emocionado - mientras abrazaba a su antiguo maestro - las lecciones aprendidas de él, las que - afirmó - había sido la base de su vida científica.
Si algo faltaba, esto acabó por consagrar por los siglos de los siglos, la eterna fama de genio del singular profesor.

Y fue en estas, cuando empezó el cuarto curso, y con él la fatídica asignatura. En un silencio sepulcral Don Eduardo hizo su entrada en el aula. Como movidos por un resorte, todos nos pusimos en pie, solo se oían los pasos del catedrático sobre las baldosas, y luego en la madera del estrado.

- ¡Siéntense!- ordenó desde la mesa con voz a la vez suave y enérgica. Luego comenzó a hablar en tono muy quedo, aunque perfectamente audible, pues el silencio era tal, que permitía percibir hasta el latir de nuestros propios corazones.

Disertó sobre el espíritu de la docencia, la grandeza del estudio, la camaradería en las aulas, el respeto, la amistad y el amor a los profesores…Su tono era amable, las frases bellas, estábamos embelesados escuchándole, ¿quién había dicho que Don Eduardo era un ogro?... todos estaban equivocados.

Con una sonrisa, se dirigió al auditorio y luego continuó - “Seguramente - dijo - a todos ustedes les habrán dicho desde siempre, que Don Eduardo García Rodeja es un hueso ¿verdad?, pues quiero aclararles, que se equivocan los que tal piensan, - y tras un deliberado silencio continuó,- ¡Don Eduardo Garcia Rodeja, no es ningún hueso, sino que es un esqueleto entero...!” y mientras concluía la frase alzando la voz, golpeó la mesa con la palma de la mano, y el ruido desplazó - al instante - todos nuestros corazones a las gargantas.

Desde aquel día, supe lo que era el terror, cuando don Eduardo deslizaba sus ojos sobre la lista de clase para llamar a alguien al encerado.

“Fulano de tal…” sonaba la voz del catedrático, en un espacio en donde parecía no existir ni aire, y mientras el designado se dirigía - blanco como el papel - al lugar del suplicio, un suspiro general de alivio se percibía en el resto de la clase. Ese día, la víctima no habías sido tú...

Aquel año fue el más largo de los quince vividos hasta entonces. Cuando al final de curso tuve que optar entre ciencias y letras, no lo dudé un instante... Volver con Don Eduardo era exponerse a morir de infarto, por eso puse una cruz, bien visible, eligiendo la segunda opción. El año siguiente, me esperaban, como alternativas, Latín y Griego.

No tardé en darme cuenta, que había salido de Herodes, para caer en Pilatos...

J.M. Hidalgo

Artículo publicado en el periódico digital ymalaga.com http://www.ymalaga.com/autor/jos%E9+mar%EDa+hidalgo/?page=9
el día 28-03-2010

domingo, 18 de septiembre de 2011

PRESENTACIÓN


Saludos a todos:

Queridos, y en una gran mayoría desconocidos, condiscípulos del Instituto de la calle Gaona – Nuestra Señora de la Victoria – como se llamaba en aquellos años.

Mi estancia en la calle Gaona, no se prolongó durante todo el bachillerato, pues creo recordar que fue en cuarto curso, cuando se iniciaron las tareas de reubicación en las nuevas instalaciones de Martiricos, en donde luego cursé Bachiller Superior y Preuniversitario.

Para los que tuvimos la ocasión de conocer ambos edificios, advertimos una radical diferencia entre ellos, contrastando la modernidad y funcionalidad del nuevo - así como sus goteras cuando llovía - con el carisma, la personalidad y el empaque del antiguo, al que por siempre nuestros recuerdos han quedado prendidos, por encima de los que pudieran también haber despertado el otro.

Prueba de esto que digo es que, como uno tiene la costumbre de emborronar papeles y darlos a leer a la gente a través de Internet, en ellos siempre he tenido recuerdos para mi antiguo instituto de la calle Gaona y sin embargo ninguno para su sucesor, porque este último era solo un lugar a donde ir a dar clase.

Por eso, cuando el otro día recibí un email de procedencia desconocida, cuyo encabezamiento era: “Eduardo García Rodejas” y que empezaba diciendo: “Te voy a tutear porque con toda seguridad coincidimos en el Instituto Gaona...”, el corazón me dio un vuelco, pues en realidad aquel mensaje de Rafael Vertedor, significaba el haberme encontrado con parte de mis viejas raíces.

Así pues, queridos amigos que un día ocupamos un mismo espacio y tuvimos las mismas inquietudes y temores, me sumo encantado a esta iniciativa de Rafael, para, rememorando el dicho de, “recordar es volver a vivir”, con la ayuda de vuestros recuerdos, dejar libre la mente y vagar de nuevo por aquel entrañable edificio, que un día fue nuestra vida...

Un fuerte abrazo a todos

José María Hidalgo López

sábado, 10 de septiembre de 2011

Promoción 1954-60. Cincuenta años más tarde I. Fotos

El 20 de Marzo de 2010 se celebraron  unos actos para conmemorar que habían pasado 50 años desde que nuestra promoción terminó 6º de Bachiller en el Instituto de la calle Gaona.
Yo personalmente no pude asistir porque dos días antes sufrí un accidente vascular que me mantuvo unos días hospitalizado. Situación la mía que lamenté doblemente por el problema en sí y por no poder asistir a esos actos junto con todos los compañeros.
Reproduzco a continuación algunos de las fotos que se hicieron en aquellos momentos.
Esta foto, hecha en el patio del Instituto puede descargarse del siguiente enlace, donde hemos añadido los nombres de los alumnos y profesores. Una vez bajada y abierta con Adobe Reader,  ampliar al 200% y situando el cursor sobre el círculo que aparecerá sobre cada persona podremos leer su nombre, si es que mis limitaciones informáticas lo han permitido

Descargar foto alumnos Gaona

Otras fotos del evento


 En la fila de delante, de izquierda a derecha, vemos a Antonio Sánchez Muñoz, nuestra profesora Adelaida Samper, Francisco Juárez  y José Antonio Villegas. Detrás, a la izquierda, Daniel Martín Benítez, Director actual del Instituto Nuestra Señora de la Victoria y  en el centro, Juan Krauel Barrionuevo

De izquierda a derecha, Andrés Vázquez Lobato, Carlos Navarrete Trigueros, Antonio García Márquez, José Antonio Villegas Alés, Sebastián Herrera Navas, Miguel Ayllón Barranco, Franscisco García Aguilar, Miguel Valenzuela Martín, Francisco Juárez Higueras y Antonio Sánchez Muñoz.

Todos ellos y algunos más que no asistieron al acto completaron todos los cursos, de 1º a 6º, en este centro.

De izquierda a derecha, Antonio García Máquez, Miguel Ayllón Barranco, José Antonio Villegas Alés y Carlos Navarrete Trigueros

Estos cuatro ex-alumnos, a los que José Antonio Villegas llamaba los "pata negra", estuvieron juntos desde preparatorio para Ingreso hasta completar 6º. La preparación para Ingreso la hicieron en calle Cabello, anexo al Gaona, con don Francisco Quero Ruiz, muy buen profesor según ellos






Promoción 54-60. 50 años más tarde II. Video

 Miguel Marqués Falgueras hizo este vídeo del acto de conmemoración del quincuagésimo aniversario de la graduación de la promoción 54-60, al que ha añadido una bonita introducción.

Este acto, como ya se ha indicado en otras entradas de este blog, tuvo lugar el 20 de Marzo de 2010.



Promoción 54-60. Cincuenta años más tarde III. Discurso de Carlos Navarrete

Reproducimos el texto del discurso que Carlos Navarrete Trigueros pronunció  en el acto de conmemoración del 50º aniversario de nuestra graduación.




Quincuagésimo aniversario de graduación de Bachilleres superiores del
Instituto Nuestra Señora de la Victoria

Estimados profesores, amigos y condiscípulos.
Comienzo agradeciendo al director del Instituto Nuestra Señora de la Victoria su valiosa colaboración para la celebración de este acto.
Nos acompaña María del Mar Reding, viuda de nuestro compañero Ángel Moreno Checa, a la que damos nuestra afectuosa bienvenida.
Hace cincuenta años estábamos aquí, en este Centro, estudiando el sexto curso de bachillerato. Éramos jóvenes y teníamos ilusiones y proyectos.
Pero, ¿qué pasaba a nuestro alrededor en ese curso 1959-60?

En España, se acababa de salir de un largo período de autarquía y aislamiento internacional; la visita de Eisenhower en 1959 rompía esa incomunicación.
Con la puesta en marcha de un plan de estabilización , la liberalización de la economía y la apuesta decidida por el turismo, se abrían las puertas a lo que posteriormente fue el “desarrollismo” económico.
Podríamos decir que, aunque el panorama era sombrío, se vislumbraba el horizonte esperanzador y bonancible que luego disfrutamos.
Pero todavía quedaban muchas secuelas de los años de carencia y de penuria mental que habíamos sufrido.
 En Málaga, el alcalde García Grana trasladó la feria de  agosto desde Martiricos hasta el Parque.
Se inauguró en recinto musical “Eduardo Ocón”.
El C.D. Málaga había descendido a tercera división.
Acababa de celebrarse en la Malagueta un famoso mano a mano entre Ordóñez y Dominguín, donde hubo trofeos por doquier. (Esa temporada los cuñados mantenían un apasionante desafío en los ruedos que relató Hemingway en su famosa novela “Verano sangriento”).
Málaga, que superó en 1960 los 300.000 habitantes, era una ciudad provinciana en la que nos conocíamos todos (al menos de vista), paseábamos calle Larios arriba y abajo y donde empezaban a llegar los primeros turistas a tomar el sol que aquí nos sobraba.
Se abría “Discos Elisia”, sonaban las notas de “Ansiedad”  de Nat King Cole y se inauguró “El boquerón de plata”, donde tomar una cerveza con un cumplido plato de gambas cocidas costaba tres pesetas y diez céntimos.
No había discotecas, pero lo superamos con guateques caseros, con la gente de nuestra pandilla, bailando a los ritmos de “Los cinco latinos”, “Los LLopis”, Elvis Presley y de los italianos Renato Carossone o  Doménico Modugno.
 ¿Y en nuestro Instituto?
Decir en Málaga el Gaona era como decir la Farola, el Parque o el Castillo. Todo el mundo sabía de lo que se estaba hablando.
Tras la guerra civil, el único centro oficial de bachillerato (Instituto Provincial de segunda enseñanza) quedó dividido en uno masculino y otro femenino; el primero denominado “Nuestra Señora de la Victoria” y el segundo fue bautizado en 1957 con el nombre del poeta “Vicente Espinel”.
Aunque esto sea historia, quiero mencionar que el Gaona inicial había sido algo más que un centro de enseñanza en una ciudad no universitaria. De hecho, sus instalaciones contaban –entre otros servicios- con un museo de historia natural y una estación meteorológica. Por este edificio pasaron instituciones como la Escuela Náutica de San Telmo, la Escuela de comercio o la Biblioteca provincial.
Su jardín, del que ahora sólo queda un aguacate de unos 120 años, fue declarado Jardín botánico de Málaga a principios del siglo XIX.
Pero volviendo a nuestro tema recordemos que, durante el curso que nos ocupa, el director del Instituto era don Remigio Sánchez Montero.
El 26 de enero de 1960, fuimos testigos de un acto académico de excepción. Severo Ochoa, ex alumno del Instituto, había recibido en 1959 el premio Nobel de medicina; con tal motivo se organizó, en el patio de columnas, una solemne sesión a la que asistieron las Autoridades de Málaga, catedráticos de la Universidad de Granada, el Claustro de profesores y el alumnado del Centro. Se descubrió una lápida, en la que se recordaba su paso por estas aulas y el impulso que para él representó la enseñanza recibida –en especial- de don Eduardo García Rodeja.
El curso 1960-61 nuestro Instituto fue trasladado a un nuevo edificio situado en Martiricos;  fuimos, por tanto, la última promoción masculina de Bachilleres superiores de calle  Gaona.
¿Y nuestros profesores?
En Málaga, donde no había ni una facultad universitaria y tampoco sobraban Centros de enseñanza oficiales, existían muy pocos catedráticos; eso confería un gran valor a una Cátedra de Instituto. En general, teníamos un plantel de profesores de lujo, de los que dan prestigio a la enseñanza pública pero a los que aún teníamos cierto temor reverencial.
Eran exigentes con nosotros porque, en una época en la que el estudio era casi un privilegio, se valoraba mucho el esfuerzo personal del alumno.
Las asignaturas de sexto de bachillerato nos las explicaron los siguientes profesores: Física, el decano y más emblemático de los catedráticos Eduardo García Rodeja; Lengua y literatura se dividió en dos partes, Elena Villamana se encargó de los comentarios de texto y Adelaida Samper que, afortunadamente nos acompaña hoy, impartió los temas de Lengua y Literatura;  Ángel Blázquez, con su particular estilo, nos detalló la Historia del Arte y de la Cultura; Fulgencio Egea nos introdujo con maestría en los preliminares de la Filosofía; Valentín Aldeanueva, en Matemáticas, se esforzó para que entendiéramos derivadas e integrales; Francisco López Ruiz, de corpulenta figura, enseñó Griego a los de letras; Francisco Báguena, al decir de sus alumnos, hacía del estudio del Latín una actividad soportable; Francisco Javier Miranda –como cada año- Formación del Espíritu Nacional; en Educación física se estrenó con nosotros Miguel Ángel del Pozo y el Padre  Víctor Sánchez que nos dio Religión.
Los que procedíamos de cursos anteriores en este Centro, habíamos tenido otros magníficos profesores que quiero recordar, así: Juan Campal y Juan Cutillas en matemáticas, María Valverde en geografía, Santiago Blanco en ciencias naturales, Francisco Fortuny en inglés, Fernando Casal en francés, Carlos Mielgo y Luis Romero en dibujo, María Godoy en física y química y el padre López Espinosa – que se jubiló ese año- en Religión.
Con la perspectiva de los cincuenta años pasados, que nos permiten apreciar la dimensión real de las cosas, podemos asegurar que adquirimos una deuda de gratitud con quienes nos dieron las primeras armas para enfrentarnos con nuestro futuro profesional y que hoy y aquí reconocemos.
 ¿Y nosotros?
En el curso 59-60 estábamos matriculados en sexto de bachillerato 56 alumnos, Hoy estamos aquí una cuarentena de aquellos chavales; algunos cursamos en este Centro desde primero a sexto de bachillerato, otros se fueron incorporando en sucesivos cursos y los menos llegaron sólo para finalizar el bachillerato superior.
¿Cómo éramos?
Pues éramos un curso corriente, a caballo entre dos promociones muy brillantes, pero… nosotros éramos unos “muchachos normales” que aprobábamos o suspendíamos, nos divertíamos, convivíamos civilizadamente, respetábamos a nuestros profesores y que, posteriormente, nos convertimos en un buen grupo de profesionales, que no nos hemos olvidado del Centro donde nos formamos,
Las horas de recreo estaban “maquiavélicamente” combinadas para que no coincidiéramos en el patio (que era común) con nuestras vecinas del “Vicente Espinel”, era la forma de entender en aquellos tiempos la separación de sexos. Esto no era óbice para citarnos con ellas a la salida de clases y empezar tempranas relaciones, algunas de las cuales se consolidaron con el tiempo.
Aquel curso hicimos dos salidas con nuestros profesores, la primera fue una excursión a Antequera, donde nos empapamos del arte de sus iglesias y conventos; la segunda fue el viaje de fin de bachillerato a Córdoba, acompañados de Eduardo García Rodeja, Elena Villamana y Ángel Blázquez; allí visitamos la ciudad, la Mezquita y Medina Zahara. Y también hubo alguna excursión nocturna sin  tutela.
De aquel grupo, dos de nuestros compañeros destacaron prontamente en otras actividades:
Juan Manuel Pozo de la Torre, que inició su carrera taurina, para convertirse en un novillero puntero, con grandes posibilidades en el arte de los toros.
Rafael Peláez González, buen atleta, que batió el record nacional juvenil de lanzamiento de jabalina con una brillante marca de 47,53 metros.
Creo que hoy es un buen día para todos, un día de recuerdos y nostalgias, porque algunos de nosotros, que compartimos juegos, charlas, buenos y malos ratos y en algunos casos verdadera amistad, nos volvemos a ver después de 50 años sin contacto alguno.
¡Dentro de un rato brindaremos por este reencuentro!
Antes de finalizar quiero agradecer  a José Antonio Villegas su iniciativa para organizar este acto, su trabajo de investigación para localizar a cada uno de nosotros y también por haberme proporcionado datos y anécdotas que conserva en su privilegiada memoria.
Ahora van a dirigirnos unas palabras nuestros profesores:


Adelaida Samper que nos enseñó y soportó en 1º, 3º  y 6º.


Miguel Ángel del Pozo, leonés de nacimiento pero malagueño por vocación, que llegó muy joven a Málaga para dirigir la, entonces recién inaugurada, Ciudad deportiva de Carranque y que debutó con nosotros como profesor de  Educación física.

Muchas gracias.

Promoción 54-60. Cincuenta años más tarde IV. Referencia en prensa

Pinchando en el siguiente  enlace podemos ver una referencia al acto en SUR


Reproducimos a continuación otro artículo, este  de José Antonio Villegas,  escrito para la ocasión y publicado en SUR el 22_03_2010:

El viejo lnstituto de la calle Gaona

Jose Antonio Villegas Alés
Abogado. Economista. Ingeniero. Ex alumno del Instituto Gaona


Hace ahora cincuenta años que el Instituto de calle Gaona, graduaba como
Bachilleres Superiores a la última promoción de aquel Centro, porque al año siguiente
se trasladaba al nuevo edificio en Martiricos. Hoy con medio siglo'más, nos reunimos
una buena parte de aquella promoción 1954-60 para envolvernos de nostalgia y
alegrarnos del reencuentro con los viejos compañeros.

Recordando aquel viejo caserón, he reflexionado sobre la importancia de aquel
Centro en la enseñarua de nuestra provincia.Hace ciento sesenta y cuatro años que, en
Málaga la enseñanza pública tiene un referente en noble Instituto de la calle Gaona. El
que fuera Instituto Provincial de Málaga, posteriormente General y Técnico y,
finalmente Nacional, ha sido testigo de los avatates de la educación y de las esperanzas
e ilusiones de una gran parte de la juventud malagueña.

Por sus aulas pasaron grandes personajes como, Ortega y Gasset, Pablo Ruiz
Picasso, Blas Infante y el premio Nobel Severo Ochoa, por indicar los más
significativos.

Se crea el Instituto en una coyuntwa económica estelar de Málaga, considerada
entonces como la segunda provincia industrial del país. Empresas como las ferrerías de
"La Constancia" y "El Ángel", el inicio del desarrollo del fenocarril y la posterior
creación de "Industria Malagueña", se mezclan, con los apellidos ilustres de su historia
que impulsaron aquel desarrollo, Manuel Agustín Heredia, Larios, Lóring, Huelin, etc,
dándole a nuestra provincia un gran impulso económico y social. Para la creación del
Instituto, se dispone por el Gobierno, que sea la Diputación Provincial, quien
propondrá los arbitrios necesarios para el sostenimiento del mismo. Nace el Instituto
Provincial de Málaga, en el curso 1846-47 en el edificio del convento de San Felipe en
calle Gaona, con un total de noventa y nueve alumnos matriculados y comienza con
buenas perspectivas económicas, porque, si la ley de creación indicaba que, se
sostuviera con "los derechos de matricula, rentas de memorias, fundaciones y obras
pías", las Diputaciones Provinciales eran las responsables de cubrir el déficit que se
presentara. Aquellos impulsores de la creación del Instituto encontraron, además, los
fondos de los llamados "Caudal de San Telmo"y "Caudal de San Felipe Neri" para
conseguir la ansiada autofinanciación. Como este último "Caudal" tenia a su cargo el
Colegio Naval, se dispuso el establecimiento, a su vez, en el Instituto de las enseñanzas
de náutica.

En los años iniciales no se puede hablar de planes de estudios homogéneos en el
bachillerato, hasta que, con la promulgación en 1857 de la Ley Moyano se consolida en
España todo nuestro sistema educativo que supuso la consagración del sistema
educativo liberal. En nuestro Instituto Provincial es fundamental, en aquellos años, el
papel desarrollado por su Director, Francisco de Paula Sola Guerrero que consolidó la
oferta educativa y sus dimensiones como centro escolar. En el periodo 1874- 1900, con
la Restauración Canovista, la educación es centro de debate permanente. entre las dos
grandes fuerzas políticas. conservadores y liberales. que se cuestionan el principio de
"libertad de enseñanza". los limites de la función del Estado y. sobre todo. el papel de
una Iglesia Católica que exigirá el control ideológico de la educación . El Instituto de
Málaga no escapa al debate general, que se reproduce en la provincia y que lleva a la
enseñanza privada a consolidarse, año tras año, dejando de ser el Instituto un buen
reclamo para las clases medias de la provincia.

Es de resaltar, la incorporación en el curso 1878-79 de un grupo de alumnas y
asimismo la instalación en 1877 de una estación meteorológica bajo la responsabilidad
de la cátedra de Física y que será el origen del actual lnstituto Meteorológico Provincial.
Ademas en 1894 se declara la biblioteca del Instituto de Gaona como Biblioteca
Provincial.

Tras las sucesivas disposiciones ministeriales que, a lo largo de las tres
primeras décadas del siglo XX, emanaron de la gestión de los ministros Garcia Alix,
Romanones, Bugallal y Callejo, se aprecia un ligero retroceso del Instituto malagueño,
con incremento de la enseñanza privada. fundamentalmente impartida en colegios
religiosos y que lleva a que el catedrático del Instituto, Luis Muñoz -Cobo, autentica
personalidad del centro, que lo dirigió desde 1918 a 1931, realizara una crítica
contundente a la política educativa del país y en especial en el periodo de la Dictadura
de Primo de Rivera. Con la II Republica, en 1934, se establece un nuevo Plan de
estudios, de siete cursos que durará hasta la Guerra Civil y, que en sus medidas, se
dictaban la necesidad de sustituir la acción de las órdenes religiosas, que cesarían en su
labor docente.

Con la Guerra Civil, se suspende el curso 1936-37, quedando el Instituto
controlado por el Comité Depurador del Frente Popular y que separa de sus cargos a los
profesores Eduardo García Rodejas, Leopoldo Guerrero del Castillo y Emilio Jiménez
Souviron, abuelo de la actual Ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez.. Termina el
periodo de la Guerra con la eliminación de tres profesores, Fernandez Ramudo, Rafael
Chácoris y Vicente Davó de Casas.

Habían "llegado ya los nacionales" como dice la canción de Joaquín Sabina y
dictan un nuevo plan de estudios del ministro Sainz Rodríguez. El Instituto Gaona era
dirigido por el catedrático Eduardo García Rodejas; se depuran varios docentes y llega
de La Coruña, el catedrático de Geografía e Historia Angel Blázqrrcz, a su vez depurado
en aquella ciudad, por su amistad con el político republicano Casares Quiroga. En la
década de los cuarenta el Instituto arrastra problemas de falta de medios, que favorece el
aumento del alumnado en los centros privados, fundamentalmente los religiosos. Se
han separado en el curso 1942-43 las secciones masculinas y femeninas en dos
Institutos y toman los nombres de Ntra. Sra. de la Victoria y, Gaona o Femenino, el
que impartía clases a las chicas y que hasta 1956, no toma el actual nombre de Vicente
Espinel, a instancia de la entonces Directora, Maria Antonia Sanz Cuadrado.

Con los planes de Ruiz Jiménez de 1953 y 1957, se configura el sistema de un
Bachillerato Elemental de cuatro cursos y un Bachillerato Superior de dos cursos, con
una Reválida al termino de sexto curso y un curso Preuniversitario y, aquellos años
cincuenta son testigo del paso de una generación, que hoy celebramos el
cincuentenario de nuestro término del bachillerato en 1960.


Nuestra promoción 1954-60, cursó "segundo de jazmines", en versos del
maestro Manuel Alcántara, en el Instituto de Gaona. Despedimos a otro antiguo alumno,
Utrera Molina, que marchaba a Ciudad Real como Gobernador Civil y asistimos a la
colocación, en el patio, de una placa en recuerdo de la concesión del premio Nobel de
Medicina, al antiguo alumno Severo Ochoa. Tuvimos un magnifico cuadro de
profesores que inculcaron en nuestro espíritu el sentido de la responsabilidad. Algunos
de ellos, como Elena Villamana a la que rindo un tributo de admiración, respeto y
agradecimiento, nos había rescatado del olvido obligado, por los "tiempos que corrían",
a autores como Machado y Lorca, y descubierto un autor, Miguel Delibes,
recientemente fallecido, y cuya obra "La sombra del ciprés es alargada", nos
recomendó leer.

Entrañable Instituto Nta. Sra. de la Victoria, en su viejo caserón de calle Gaona,
receptor de nuestras alegrías e inquietudes juveniles , semillero de tantos profesionales
responsables y tantos hombres buenos, que a lo largo de los años, se formaron en sus
aulas.

José Antonio Villegas Alés

Esta entrada está dedicada al que seguramente fue nuestro compañero y amigo más relevante de la promoción 1954-1960, fallecido el pasado 12 de Agosto.

Siempre lo recordameros por su simpatía, su capacidad de convocatoria para hacer que mantuviéramos el contacto entre nosotros a través de los años, su cercanía, su prodigiosa memoria de la que contaré sólo dos pequeñas anécdotas:

En el año 59 yo hice el 5º curso de Bachiller en el Instituto de Badajoz, porque a mi padre, que era militar, lo habían trasladado a la Base Aérea de Reactores de Talavera la Real. Desde Badajoz mantuve correspondencia con algunos de mis amigos del Instituto de Málaga, siendo José Antonio unos de ellos. Él, 50 años más tarde, me decía en una ocasión: "Fali, ¿te acuerdas de cuando me escribías desde Badajoz, en calle San Atón, 34-A y me pedías que te contara cosas de gachis?". ¡Todavía se acordaba, después de medio siglo, de la dirección de mi casa en Badajoz y lo que nos contábamos en las cartas !.

Nuestro común amigo Paco García Aguilar, "El Canijo", con su proverbial gracejo, me decía en las comidas de compañeros que organizaba bien Villegas ó Antonio Sánchez Muñoz: "Rafa, vamos a sentarnos al lado de José Antonio para que nos cuente cómo éramos en aquella época. A ver si me recuerda quién era las niña que a mí me gustaba..."

José Antonio recordaba a cada uno de nosotros, cómo éramos y lo que nos gustaba, qué trayectoria habíamos tenido, etc., etc.

No voy a comentar su trayectoria profesional, brillante y conocida de todos nosotros. Solo queda decir que nos ha dejado una profunda huella y que lo echaremos mucho de menos.

Aquí dejo una foto y un video, del 17 Junio de 2010, en la Venta El Balate del Puerto de la Torre, donde aparece él y algunos de nosotros.

De izquierda a derecha: Paco Fernández Torreblanca, José Antonio Villegas, Rafael Vertedor, Paco García Aguilar, Miguel Valenzuela y Antonio Sánchez Muñoz.

La foto la tomó Gaspar Gil Rivas que también estaba con nosotros como puede verse en el siguiente video.

¿Qué nos gustaría hacer de este blog?

Nos gustaría rememorar nuestras vivencias de cuando éramos estudiantes en el Instituto. Cómo éramos, cuáles eran nuestras aspiraciones, cómo era la enseñanza en esa época. Nuestros profesores, su preparación, su influencia sobre nosotros. Nuestras relaciones con los compañeros, anticipando ya que era una relación muy sana porque la competencia que pudiera haber entre algunos de nosotros por obtener las mejores calificaciones se limitaba a la lucha con las armas de la capacidad intelectual de cada uno y su esfuerzo, donde no había lugar a la utilización de otras armas menos nobles que después encontraríamos en nuestra vida profesional.
Los temas quedan abiertos a lo que cada participante quiera exponer y a todas las promociones del Instituto aunque comenzamos con la del 1954-1960.